jueves, 5 de junio de 2014

CERERA (Calle)

Antes GENERAL QUEIPO DE LLANO, PEDRO CASTELLANO,  y CERERA.


Pudiera ser que en los primeros tiempos el trazado de esta calle fuera parte del Camino Real del que se tienen datos que ahora ocupa la actual calle Francisco Ponce, al que se llegaba por el entonces existente en la calle San Juan. No lo hemos incluido como antecedente cierto de esta calle Cerera, dado que entendemos que dicho Camino Real por el que se accedía a las cuevas de habitación que había en el antiguo Tabaibal al pie de la Montaña de Arucas, lo era siguiendo la línea recta de la calle Francisco Ponce, por donde actualmente es su prolongación a partir de la intersección con esta calle Cerera, que en los años cincuenta del pasado siglo era el camino que enlazaba con la carretera de la montaña para llegar a las casas que están en El Morrete o seguir por el atajo hacia arriba.

Tras aclarar este particular, veamos del origen de su primigenio nombre y de su relación con la artesanía de la cera. La primera referencia que tenemos de una mujer con la profesión de "cerera" es de Francisca Rodríguez, que es denominada la siriera  referente al s. XVII (RODRIGUEZ CALLEJA, J.:  La Población de Arucas y Moya en el siglo XVII, Las Palmas de GC, 2002, p. 257), apareciendo otros nombres de varones vinculados a esta actividad: Matías Rodríguez (1666), Antonio González (1668) y Luis Rodríguez (1684).

Con posterioridad se localiza nuevamente a Lucas Rodríguez, oficial de cerero, actuando como comprador en una venta para regularizar las ocupaciones ilegales de tierras, en la escritura de fecha 10 de abril de 1697. donde el Cabildo General le vende una casa que le dieron en dote al casar con Estefanía Macías, y se obliga a pagar tres reales de vellón (SUÁREZ GRIMÓN, V.: "Propios y Realengos en Gran Canaria en el Siglo XVIII", III Coloquio de Historia Canario-Americana, 1978, p. 200).

Otras fuentes sitúan en el s. XVIII a Mariquita La Cerera que continuó con el oficio del padre, aunque pudiera tratarse de la misma mujer por el genérico tradicional de este diminutivo femenino. De la estancia en dichos lugares de alguna de estas profesionales, la calle era así conocida como la CERERA.

Según la Real Academia, cerero/a es la persona que labra o vende la cera. Dada la antigüedad del nombre de la calle, en la periferia de la población donde comenzaba lo que era llamado el Tabaibal, es de suponer que guarde relación con la morada de Mariquita La Cerera, aún cuando se especuló si pudiera corresponder a un patronímico por la corrupción del apellido Cirera, cuya única referencia documental es tardía en el s. XX vinculado a un capellán del Colegio de las Monjas.

En la antigüedad la cera procedente de las colmenas o abejeras, incluidas las salvajes, estuvieron muy protegidas en las Ordenanzas de 1531 hasta el extremo que se sancionaba económicamente a los que castraran las colmenas, y se protegían los territorios para que no se establecieran otras nuevas sin el permiso del que las tuviera con anterioridad. El valor de la cera era alto pues se destinaba a la fabricación de candelas o velas. También se fabricaban con el cebo animal, pero eran más apreciadas las de cera por su mejor aroma.

Ya lo dice Francisco Morales Padrón  en su introducción a las Ordenanzas de 1531: «Debía ser importante esta ocupación ya que se le dedica una media docena de ordenanzas. Como en el título sevillano se comienza por señalar que la cera y sebo que se usen sean buenos y que el pabilo que empleen sea de lino y no grueso. Al parecer en sus engaños los cereros solían poner sebo dentro y cera por fuera, o diversas capas de ambos productos, malogrando la vela. 

Esto se prohíbe y se le dice al candelero que debería labrar la cera según las pragmáticas del reino. La cera amarilla podía ser vendida a 55 maravedís la libra y la blanca a 60, quedando impedidos de vender los cirios y velas a ojo. Se llegaba a fijar hasta cuántas velas o candelas debían de salir de cada libra de sebo: ocho más o menos; pero se les permitía que pudieran sacar hasta 12 ó 16. Cualquier persona podía llevarle al candelero sebo o cera para que le hiciera velas; en tal caso el artesano le cobraba 6 maravedís por cada libra labrada, además de quedarse con la quinta parte de la cera o sebo que se le entregara». 

En el siglo XVII se sabe que el presbítero Juan Mateo de Castro tiene posesiones en el Charco del Colmenar dentro de sus capellanías, que recibía su antiguo nombre por la existencia de colmenas. Dicha zona se sitúa en el lugar conocido en la actualidad como Barreto. Véase BARRETO (ARUCAS).

Con posterioridad, en la primera mitad del s. XX, probablemente una corporación republicana tomó el acuerdo de rotular la calle como PEDRO CASTELLANO. 

Se refieren así a Pedro Castellano González, alcalde constitucional durante las Cortes de Cádiz, de 1814 hasta 1816, nuevamente en 1821 durante el Trienio Liberal, y finalmente en 1826. Sustituyendo al ALCALDE MATEO DE MATOS QUINTANA (Calle) que tuvo que abandonar el cargo por la denuncia del Mayorazgo del Buen Suceso por asonada y haber autorizado la venta del grano de su propiedad durante el Motín de 1800, accede Pedro Castellano a la alcaldía en un período muy convulso a nivel nacional.

Vive tres tiempos muy marcados por los ambientes nacionales tras la ocupación francesa, iniciados con la aprobación de la Constitución de 1812 por las Cortes de Cádiz, de las que pasan a llamarse por primera vez Alcaldes Constitucionales, y en 1814 se instaura la monarquía de Fernando VII, cuyo reinado tiene tres etapas muy distintas. El período absolutista durante el que persigue a los liberales, que acaba en 1820 por un pronunciamiento militar que da inicio el período conocido como Trienio Liberal o Constitucional al acatar la constitución el monarca y que terminará en 1823.

A los efectos municipales, en este tiempo el proceso electoral mantiene el sistema indirecto de segundo grado por el que los vecinos eligen a los compromisarios y éstos a los alcaldes, diputados y síndicos personeros, y surge la nueva figura del diputado conformándose así la corporación municipal. Es significativo que en el momento que accede a la alcaldía Pedro Castellano González, llegan los tiempos difíciles del Absolutismo, y quedando desplazado repite en el meridiano del Trienio Liberal.

En los tiempos de la dictadura franquista, en la sesión de la Comisión Gestora Municipal del 2 de octubre de 1936, en cumplimiento de la orden del Gobernador Civil, se decide el cambio de muchas calles y plazas, y es cuando esta calle como su prolongación natural hacia el enlace con la carretera a Trasmontaña, calle Alcalde Rafael Díaz, recibieron el nombre de GENERAL QUEIPO DE LLANO, del que ya se habla en la entrada a este Blog de la mencionada calle ALCALDE RAFAEL DÍAZ (Calle). 

En la revisión general que se hizo de las rotulaciones aprobada la Constitución de 1978, la calle recuperó su antiguo nombre de CERERA, que era con el que siempre se le conoció popularmente a pesar de los distintos rótulos oficiales que en ella se fijaron.

Las dos casas que figuran a la derecha de la fotografía son las conocidas como "Casas de la iglesia" se encuentran catalogadas dado que son «una presencia diacrónica de la antigua arquitectura que más allá del núcleo de «abajo» se formaba, en el s. XVII, por pequeñas agrupaciones de este tipo de construcción» (ALEMÁN HERNÁNDEZ, S. y MARTÍN HERNÁNDEZ, M.: Guía del Patrimonio arquitectónico de Arucas, Las Palmas de GC, 1994). Y lo son así, pues si bien la apariencia exterior a esta calle Cerera está formada por dos pequeñas crujías con huecos adintelados, detrás de ellas sobre una parcela irregular hay todo un conjunto de varias crujías de una planta y otra de dos alturas, todas con cubiertas de teja a dos aguas, forjados de madera y muros de carga de mampuesto, ejemplos de la construcción doméstica tradicional canaria. 

Por la descripción, antigüedad y titularidad que se le adjudica, puede tratarse de los sitios que fueron del cura Sebastián González Montañez «oriundo de esta Villa sucedió en el Curato de esta Parroquial del Sr. San Juan Bautista (3 de Julio de 1693 á 7 de Noviembre de 1706)» (QUINTANA MIRANDA, P.M.: Cuaderno 1º de notas referentes al pueblo y parroquia de Arucas, ed. digital, 2012, p. 60), según resulta de los linderos mencionados en la escritura de venta otorgada por el Cabildo General el 13 de abril de 1697 «Pedro Ortiz, vecino de Arucas, se obliga a pagar 8 reales por una casa y un sitio plantado de árboles de 70' pies en cuadra cada uno. Lindan por una parte con Barranquillo arriba que baja de la Montaña a dar a una cueva que fue de sus padres, cogiendo a la Cueva de Francisco Cabrera, por otro lado cercadito del susodicho, por otro lado sitios del Licenciado Sebastián Montañés, cura de Arucas, y una Calle que va a quedar entre el sitio del cura que ha de pasar al Tabaibal, por abajo Calle Real» (SUÁREZ GRIMÓN, V.J.: "Propios y Realengos en Gran Canaria en el Siglo XVIII", III Coloquio de Historia Canario-Americana, 1978, p. 202).

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Fuente: "Calles con historia como Penny Lane", Parte Tercera de mi libro Silencios rotos. El desflorillado de la historia aruquense, ed. digital 2012 - MDC Silencios rotos : el desflorillado de la historia aruquense.

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